¿Qué es para ti un beso?
“Señor, quisiera saber ¿quién fue el loco que inventó el beso?”
“Señor, quisiera saber ¿quién fue el loco que inventó el beso?”, se preguntó el escritor y político irlandés Jonathan Swift (no, no es el padre de Taylor). El que te daba tu madre en la frente cuando estabas enfermo, el que te da tu sobrino que todavía no sabe juntar bien los labios para hacer el gesto, el muy sonoro beso de tu abuela o el que recibes junto a un abrazo de un buen amigo, hay muchos besos, pero aquí y ahora nos interesan los que preceden algo fantástico. Los besos húmedos y con lengua, los besos en los que las salivas se mezclan y los cuerpos se acaloran, los morreos de toda la vida, vamos. Todos tenemos alguno en la memoria. Ese que se te ha venido a la mente al leer estas líneas. El savium de los romanos, porque los enemigos de Brian, además de hacer calzadas y acueductos, ya sabían que no es igual el beso de cortesía que le das a un conocido que el beso con el que todo se nubla que le das a un amante.
El Kamasutra recoge 22 tipos de besos, tipos que la mayoría no llegamos a conocer, al menos por su nombre. Que te dejaba embarazada un beso, decían, que en la boca era pecado y con lengua un asco. No nos lo parecía a nosotros, hijos de una generación menos remilgada en lo que placer se refiere. Qué agotadoras sesiones de besos interminables, qué rojeces aquellas que parecían quemaduras de tercer grado en la cara, qué pasión y qué contención a la vez, morrearte durante horas sin pasar de ahí, qué cosa, qué paraíso irrecuperable por mucho que uno se proponga lo contrario.
El beso es un examen del otro. Lo olfateamos y lo degustamos. Y si pasa la prueba, mientras los cuerpos se acaloran en el cerebro empieza la fiesta de la hormona. Se despiertan la dopamina, la serotonina, la epinefrina y la oxitocina, que puede sonar muy técnico, pero no lo es tanto. Porque lo que en realidad pasa es que te excitas, tu frecuencia cardiaca se incrementa y sientes apego, felicidad. Vamos, que se te pone el corazón contento, aunque sea un rato. Solo con un beso podemos engancharnos a otro o salir pitando. Por eso recordamos los mejores, que suelen ser los primeros, más que nada porque tras una temporada los neurotransmisores se sosiegan.
Lo inconcebible para nosotros, occidentales, es que no todos se besen, porque resulta que no, que hay culturas que no entienden el beso romántico-sexual como nosotros, o eso dicen los antropólogos. Por lo visto, el beso se ha generalizado con esto de la globalización y los expertos no se ponen del todo de acuerdo en si surge como un producto cultural o es cosa de la evolución (que viene a ser como los padres, la podemos culpar de prácticamente todo). También es algo relativamente reciente. Para algunos pueblos antiguos, besarse en la boca era como inhalar el alma del otro. Así ya veis, ni es universal ni se practica desde el principio de los tiempos.
Besos de cine, besos de esquimal y de mariposa, besos negros y blancos, besos de judas, hay muchos, pero si tenemos que elegir uno, nosotros nos quedamos con los besos húmedos y cálidos, largos, memorables, esos que te dejan las piernas temblando y la sensación de haberte tomado tres copas. No vamos a detenernos aquí en los beneficios que tiene besarse, que son muchos, pero sí te diremos que no hay encuentro sexual que merezca la pena sin grandes besos. Por eso hay que besarse mucho, besarse como adolescentes, comerse a besos. Y no dejes que te la cuelen jamás con eso de ‘solo fue un beso’. ¿Solo un beso? ¿Qué es eso?